…”La
verdad es lo que existe, la realidad es lo que creamos!”
Es una cita del libro que escribí y fue la razón de abrir este blogger (publicado en el mes de agosto, el cual titule "Se Vive Para Sentir").
Y
haciendo una analogía, afirmo que: “Se INTEGRA lo que existe, es decir lo que
forma parte del “TODO” , la verdad que es eterna. Sin embargo, aquello que es parte sólo de
la “realidad” que percibimos de acuerdo a nuestro nivel de conciencia es TRANSITORIO,
finito, porque solo dura hasta que hay
un cambio de conciencia y el devenir de la transformación que si es infinita.
De
allí la paradoja, de que lo único permanente es el CAMBIO, lo cual nos invita a
tomar conciencia de que el apego y la resistencia a aceptar lo que nos está
ocurriendo en el aquí y el ahora, solo nos causa dolor y sufrimiento, ya que de
todos modos lo que tiene que pasar pasará, porque responde a lo que hemos
elegido o atraído a través de nuestra varita mágica (los pensamientos), desde
otro plano de conciencia.
La
conciencia existe como un TODO y representa una parte de la “verdad” y el hombre es una de las manifestaciones de la
conciencia en esta “realidad” dimensional donde estamos experimentando desde la
ilusión de separación o dualidad.
La
conciencia es energía y su principio es el movimiento infinito y la evolución. Llamamos a ese movimiento “vibración”, la
cual evoluciona (cambia) a través de distintos procesos, pero jamás muere ya
que la muerte y la transitoriedad definen en todo caso un proceso de
transformación de la misma, no su fin o desaparición absoluta.
La energía “CAMBIA, MUTA, EVOLUCIONA,
SE EXPANDE”, conceptos que refieren lo mismo, y lo hace a través de movimientos
en espiral de entrada y salida de la energía en torno a un punto de vacío, que
los astrofísicos han relacionado con los agujeros de gusano y ha sido explicado
con la teoría de la energía toroidal, a la que me referí en el post anterior.
Estos
movimientos hacen ciclos donde se da un eterno retorno, pero ocurre con una
repetición de hechos que no siempre vuelven a lo semejante ya que hay elementos
que se van “INTEGRANDO” cambiando el ciclo, creando otro ciclo en el que todo
se desenvuelve de una manera distinta, haciendo una repetición de hechos con
variables.
En
el ser humano, este es el mismo proceso que ocurre durante la reproducción y
creación de nueva vida (energía expandida y transformada, que es parte
“INTEGRANTE” de la energía que la creó y así sucesivamente – todos somos uno-).
La
energía cambia cíclicamente, y cada ciclo se desarrolla con una frecuencia que
comprendemos en esta realidad como grados.
La
creación ha sido comprendida por el Ser Humano, desde esta dimensión en la que
experimentamos, a través de un lenguaje que dio origen a conceptos tales
como: espacio, figuras geométricas,
números, tiempo.
Un
ciclo completo se compone de vibraciones que fueron medidas con los números
primarios, iniciando desde el punto 0 hasta el 9, claro tomando en cuenta que
no implica principio ni fin, ya que es una frecuencia que se repite
infinitamente.
Según
Pitágoras:
“El
número implica forma, sonido y vibración y está presente en la raíz del
Universo manifestado”. Para los
pitagóricos el número es el principio de orden por el cual el mundo existe.
Incluso, sostienen que los primeros pensamientos de Dios fueron expresados en
números.
“El
número gobierna al mundo, a las formas y a las ideas y es la causa de los
dioses y de los demonios”.
“El mundo está construido sobre el poder de
los números…¡Todas las cosas son números!
Particularmente he comentado en otros post, esas frecuencias numéricas (44 y 55) que se repiten y no dudo que indican algo relacionado con este proceso de "integración" y "transformación", y que me propongo a profundizar en otro momento.
La
medida del número de movimientos del “antes” con respecto al después”, que
realiza un ciclo, es lo que denominamos “TIEMPO”, que es una
ilusión que nuestras funciones cognitivas perciben para identificar los eventos
que ocurren en distintos lugares (el espacio es otra percepción), de la espiral
al que percibimos como el “es”(presente)
con respecto al “era” (pasado o antes) junto con el lapso que ocurre entre
estos dos eventos (pasado y presente) a lo que se le llama “duración”.
Lo
que percibimos como “tiempo” es el CAMBIO con su duración, el cual apreciamos
como fases o niveles del mismo.
En
el ser humano, ocurre como si la vida fuera volteada como un reloj de arena
siendo ésta la que representa al Ser.
Al voltearlo, el flujo de arena comenzará de nuevo, pero quizá el reloj,
que representa al ciclo (tiempo), sea alterado por una fuerza externa, como un
giro con mayor velocidad, o un movimiento diferente al girarlo, esto afectaría
a los granos de arena dentro del reloj, haciendo que caigan en diferente orden
(cambio).
El
ciclo podría ser afectado por factores externos, y en cada retorno (giro de
reloj) ser afectado de manera distinta, CAMBIANDO así las relaciones entre
nosotros que estamos dentro del ciclo.
En
mi opinión, comparto las hipótesis de que el tiempo lineal no existe, y que lo
que llamamos futuro, para todos es el mismo, y si pudiéramos dibujarlo sería en
espiral hacia arriba, no lineal hacia el lado. Es evolución, no envejecimiento.
Todos tenemos una meta común y vamos hacia ella, cada uno a su ritmo y a su
manera. Por lo tanto, nuestra historia se escribe al revés de cómo creemos
vivirla.
El
deseo por comprender el tiempo ha generado creencias muy variadas en las
distintas civilizaciones y en los diferentes períodos históricos. Los primeros
hombres consideraban fundamentalmente que el tiempo era circular. Todo lo que
comenzaba se desarrollaba y moría, y el proceso se repetía (tiempo cíclico).
El
concepto de tiempo se desarrolló en la antigüedad, a partir de la contemplación
de la finitud, del cambio, de la degeneración, de la vida y muerte, de los
ciclos presentes en la naturaleza. La observación de los astros –que surgió
mucho antes que la propia Filosofía– fue de gran trascendencia, puesto que motivó
a los antiguos a creer que, tal como el Sol, todo lo que existe es movimiento
cíclico, todo lo que perece luego renace. De hecho, en las grandes
civilizaciones, surgió una pasión de carácter artístico, por el afán de medir
el transcurso del tiempo, y comprender la estructura de estos ciclos.
Por
ejemplo, los mayas desarrollaron uno de los calendarios más sofisticados,
basado en el conteo ininterrumpido de los días, durante generaciones, y la
observación permanente de los astros. Tuvieron la necesidad de determinar un
día cero inicial, al que ubicaron en el 13 de agosto de 3114 a.c. -de nuestro
calendario-, probablemente por algún suceso astronómico. Lo destacable es que
no llevaban una sola cuenta de los días, sino varias, sincronizadas
brillantemente entre sí, siendo la más importantes la de 260 días llamada
Tzolkin, dividida en 13 meses de 20 días –dado que la numeración maya es en
base 20- , y la de 365 llamada Haab, dividida en 18 meses de 20 días también,
más otros 5 para completar el ciclo.
Combinaban estos dos calendarios, en la
llamada Rueda Calendárica, creando un ciclo de 18.980 días (el mínimo común
múltiplo de 365 y 260). Es decir que cada 52 años del Haab, se cumplía un
ciclo, que podría entenderse como el “siglo maya”.
Anaximandro,
fue un filósofo que nació por 610 a.C. y
un gran exponente de la concepción
cíclica del tiempo. Su interpretación
del origen del todo es que provenía de algo indefinido o infinito, a lo que
llamó ápeiron, el cual es un término usado en filosofía para referirse a cosas
que no pueden ser definidas.
"El
principio de todo proviene de ápeiron":
“A"
significa la negación de algo. El verbo “peiro” significa “pasar de un estado a
otro, superar un límite, exceder una frontera". En su sentido etimológico,
el a-peiron es lo que no puede limitarse, y por lo mismo, no tiene forma, no es
definible. Ápeiron significa lo indefinido, lo indeterminado, lo que no tiene
fin.
Todo
lo se desprende del ápeiron, todo lo que en la naturaleza nace, se separa de
este infinito e inmutable, para así comenzar a experimentar temporalidad; desde
entonces, está condenado al cambio, a la mutación, así como a la destrucción y
desaparición, para luego volver a surgir en un ciclo continuo.
En la época actual, la
física convencional enseña a calcular en qué punto se cruzarán el
automóvil A y el automóvil B teniendo en cuenta sus velocidades y el
espacio a recorrer.
Sin embargo, cabe
reflexionar sobre las otras infinitas posibilidades (física cuántica) y que
quizás esos dos vehículos nunca se crucen, probablemente la conductora del automóvil A, olvidó algo en su casa y se devuelve, mientras el conductor del automóvil B decidió
cambiar la ruta para evitar el tráfico. Existen infinitas posibilidades que están en
una dimensión esperando probablemente ser parte del presente en algún
momento. Por ejemplo:
Aquella oferta que un día rechazaste, aquella ciudad a la que no te mudaste,
aquel amor del pasado con el que no te atreviste, todo eso que crees que es
parte de tu pasado y en realidad
mandaste a una arista del futuro, que en cualquier momento podría ser tu
presente.
Todo esto me permite concluir, que si no existe el tiempo lineal, si la vida está llena de infinitas
probabilidades y comprendemos la naturaleza cíclica e impermanente de la
existencia, resistirme a dejar fluir lo que ha de ser, es sucumbir ante el ego
mal educado, que es el causante de
tantos sufrimientos.
He
experimentado últimamente que dejando fluir las cosas, se revela una dimensión
más profunda que trasciende la dualidad y las creencias del bien y del
mal.
Experimento la existencia sin
apegos, comprendiendo y disfrutando los ciclos de éxitos, cuando las cosas vienen y prosperan, pero también aceptando los
ciclos de fracasos, cuando se retiran o se desintegran y hay que dejarlas ir
para dejar espacio a que surjan cosas nuevas, o para que ocurra la
transformación.
No
comparto que el ciclo ascendente sea bueno y el descendente malo, en mi opinión
es el juicio de la mente que considera
el crecimiento como algo positivo, pero nada puede crecer por siempre, ya que se
volvería eventualmente monstruoso y destructivo. Por otro lado se necesita la
disolución para que pueda ocurrir un nuevo crecimiento.
El
ciclo descendiente es absolutamente esencial para la evolución y expansión de
la energía. Por ejemplo un fracaso, una pérdida o un dolor profundo nos
puede llevar a una dimensión de
conciencia superior, pero también un éxito se puede volver vacío y sin
significado y así resultaría un fracaso.
Uno
no puede existir sin el otro, el fracaso
se esconde en cada éxito y el éxito en cada fracaso.
No
somos ni nuestros éxitos, ni nuestros fracasos, y por eso insisto que el
sentido y propósito de esta vida es “sentir”, vivir y disfrutar todo, sin negar
nuestra luz ni nuestras sombras, aceptando todo lo que somos y sin resistirnos
al orden divino y perfecto de la vida.
En
cuanto a la impermanencia Jesús dijo: "No guarden tesoros en la tierra,
donde la polilla y la herrumbre los consumen y donde los ladrones entran y
roban..."
Mientras una condición se considere
"buena" por la mente, sea una relación, una posesión, un papel
social, un lugar o el cuerpo físico, la mente se apega a ella y se identifica
con ella, y muchas personas creen que "SON" esas condiciones externas, desconectandose de su verdadera esencia.
Pero
nada dura en esta dimensión donde la polilla y la herrumbre consumen. O
termina, o cambia, o sufre un cambio de polaridad: la misma condición que era
buena ayer o el año pasado, se ha vuelto mala de repente o gradualmente. La
misma condición que daba felicidad, ahora da infelicidad.
La
prosperidad de hoy se vuelve el consumismo vacío de mañana, el matrimonio y la
luna de miel felices se convierten en el divorcio o la coexistencia desdichada.
La
felicidad que se deriva de una fuente secundaria nunca es muy profunda. Es sólo
un pálido reflejo de la felicidad de Ser, la paz vibrante que se encuentra
en nuestro interior, cuando entra en el estado de no resistencia.
Lo
que se resiste, persiste y simplemente cada quien es libre de
elegir como experimentar su vida impermanente.
Algunas personas que me conocen, entre ellos familiares y amigos, perciben mi reciente divorcio y situación económica, como un fracaso, una derrota, un desacierto y lo que deben saber, es que sólo es el fin de un ciclo que da nacimiento a otro que me dispongo a experimentar a plenitud como todos los que he vivido e integrado para poder haber accedido a nuevas realidades.